16 de abril de 2009

Conejillos de Indias


Tengo que confesar que me costó encontrar un tema para este post ya que el manejo de la epidemia del dengue me tiene anonadado, pero como ya había escrito refiriéndome a ese tema (ver La Estupidez insiste) no quise repetirme, y decidí esperar un poco para ver qué otra sorpresa me deparaba la realidad de nuestro Sistema de Salud.

Encontré la simpática foto de un ratón con cara de bueno y descubrí que Cavia Porcellus es el nombre científico del muy conocido cuy, cobayo o conejillo de indias. Este roedor, nativo de la cordillera de los Andes, se encuentra ahora con frecuencia en los costados de las rutas y en los laboratorios de investigación biomédica, aunque en la antigüedad eran utilizados como mascotas.

Me imagino que los cuises no estarán muy contentos con el inesperado giro que dio su destino. Pasar de los brazos amorosos de una niña, a esquivar camiones bajo el sol abrazador o perder la vida con el único fin de probar una tesis, no debe ser fácil de digerir. Pero no es algo que deba preocuparnos porque nosotros somos seres humanos.

Pero en mi recorrida por los diarios on-line encontré una nota en diario Perfil donde se relata que cuatro pacientes de la ciudad de Diamante, Entre Ríos, denuncian haber sido usados como conejillos de indias por un programa sanitario llamado Misión Milagro, impulsado por los gobiernos de Venezuela y de Cuba.

Estos cuatro argentinos viajaron a Venezuela donde fueron operados de la vista sin costo alguno, para luego ser remitidos a Buenos Aires al día siguiente, sin haberse realizado un control post operatorio. Una combi los esperaba en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza desde donde fueron trasladados directamente a Diamante. Días después, un oftalmólogo de la ciudad de Paraná, a raíz de los malestares evidentes de los pacientes, constató que dos de ellos aún tenían los puntos de sutura en un ojo.

En total participaron de este programa 84 argentinos y suponen que los cirujanos que los operaron eran en realidad médicos practicantes.

Apenas terminé de leer la nota me acordé del Dr. Ernesto Ferrer, oftalmólogo jujeño, Presidente del Consejo Argentino de Oftalmología, y de su lucha permanente contra los "oftalmólogos cubanos" radicados en el sur de Bolivia, que operan pacientes jujeños sin ningún control. Me acordé también de todos los integrantes del Consejo de Certificación de Profesionales Médicos, que auspicia la Academia Nacional de Medicina, y que preside el Prof. Dr. Fortunato Benaim, donde se trabaja activamente junto con las Sociedades Científicas para garantizar al paciente la idoneidad y la competencia de cada especialista.

Embargado en una profunda tristeza, aunque no sorprendido, me surgen las siguientes reflexiones:

  • ¿Que argumentos se emplean, o que razonamientos se invocan, para subir a un avion a 84 pacientes carenciados argentinos y llevarlos hasta Venezuela para operarse de la vista?
  • ¿Que permisos o avales se utilizan para esta operatoria? ¿Puede esto ocurrir sin el conocimiento del ministerio de salud competente? ¿Qué figura en migraciones como motivo de su viaje?
  • ¿Los procesos de control que implementa el ministerio de salud, como el registro nacional de prestadores, o las habilitaciones sanitarias, que buscan darle seguridad a los pacientes, no rigen si estos son desplazados fuera del país?
  • ¿Cual es el real valor de una vida humana? ¿Cuantos muertos son aceptables para suspender una campaña de prevención del dengue o cuantos ojos pueden perderse para permitir una campaña publicitaria?
  • ¿En que clase de país nos hemos convertido?

Bernardo Houssay fue premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1947, Luis Leloir fue premio Nobel de Química en 1970, César Milstein fue premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1984. René Favaloro creó la técnica del By Pass en 1967. Domingo Liotta, desarrolló el primer corazón artificial en el año 1969, y lo paradójico es que nació en Diamante, Entre Rios, en el mismo pueblo desde donde partieron cuatro pacientes para ser operados de la vista en Venezuela.

Ya no me río de los cobayos ni de su triste destino de rutas y laboratorios, porque en el fondo somos iguales. Ya no me creo parte del granero del mundo ni condenado al éxito, porque hemos cambiado nuestro destino, hemos dilapidado todo. Ahora solo nos queda la mentira y el asombro, el atropello y la resignación, el egoísmo y la cobardía.

Y aun así, "si tengo que elegir, elijo la salud de saberme tan enfermo", porque solo un buen diagnóstico permite comenzar a sanar.

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