30 de mayo de 2010

La Cuarta Edad

En los últimos meses asistí a 3 cumpleaños de personas mayores de 80 años y me di cuenta que esos festejos, que ántes eran excepcionales y un tanto melancólicos, ahora están llenos de alegría y vitalidad.
En esas reuniones, las familias, mayormente hijos que llevaban los nietos a la fuerza, fueron reemplazadas naturalmente por amigos de más o menos la misma edad y por personas relacionadas a su pasado social o laboral.
Pensándolo un poco me doy cuenta que dos de las personas más influyentes en mi entorno laboral tienen más de 75 años y no solo conservan sus cualidades mentales sino que su experiencia y conocimiento son imprescindibles para mi trabajo.
Mi padre y mi suegro nacieron ambos en 1941 y me cuesta pensar en ellos como jubilados. Aún cuando cuentan con esa condición previsional, continúan trabajando, realizando actividad física y desarrollando nuevos proyectos. De mi madre y de mi suegra tengo prohibidio hacer referencias sobre su edad, pero puedo asegurar que ambas están espléndidas.
En nuestra sociedad la esperanza de vida está en continuo aumento, por lo que el porcentaje de personas mayores de 80 años es cada vez mayor. A la vez, también aumenta la edad media de estas personas y el número de hogares unipersonales habitados por octogenarios, normalmente mujeres por su mayor longevidad.

En esta época, además, las personas llegan a los 70 años con mejor nivel de salud general que lo que lo hicieron las generaciones anteriores. Muchos dejaron de fumar cuando eran jóvenes o nunca lo hicieron, se alimentaron bien, siempre hicieron deportes y, además, accedieron a mejor tecnología para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades.
Debido al aumento en la expectativa de vida, en promedio, las mujeres de 80 pueden llegar a vivir casi hasta los 88 años y los varones hasta los 86, y a medida que se amplía el grupo de ancianos mayores aumenta la potencial dependencia que ellos podrían tener de sus hijos de entre 50 y 64 años.



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